Xx DeDoS mOjaDoS xX
martes, agosto 29, 2006 Sin pelos en la lengua

El otro día estaba acostado viendo tele, esperando que me bajara el sueño para quedarme dormido. Con una mano cambiaba los canales y con la otra me rascaba mi vello púbico.
Cada vez que empiezo a rascar mis pelos, mis dedos se deslizan hasta mis testículos, recorren el cuerpo de mi pene, tocan la cabeza, y se adentran tímidamente a mi culo que está siempre listo para recibir algo.
En una de esas tantas tocaciones, recordé que hace un tiempo atrás uno de mis amantes sexuales me dijo que le gustaban las pieles suaves, blanquitas y lampiñas, como potito de guagua. Esas frases se me quedaron dando vuelta en mi cabezota, deseosa de buen sexo, así que no se me ocurrió nada mejor que complacer a mi amado.
Parado en el baño, desnudo, mirando fijamente esos pelitos que brotan de mi entrepierna, decidí caminar hasta mi pieza, abrir mi estuche, sacar mis tijeras y empezar a recortar lentamente mis vellos.
Uno a uno iban desapareciendo, podía ver como mi piel iba predominando esas zonas, mientras que el suelo se iba plagando de cabellos secos, oscuros y ondulados.
Dejé la tijera a un lado, tomé el tubo de la crema de afeitar, me tapé el miembro con una mano y bañé mi zona púbica con ese líquido espeso y blanco que tanto me excita.
Saqué una máquina de afeitar y empecé a depilar esa zona. Uno a uno iban siendo podados los pobres vellos, no iba quedando nada en esas partes. No tenía ganas de parar, así que me afané y continué con las maniobras. Esta vez fueron mis genitales las nuevas víctimas de mi deseo de eliminar cualquier pelo de mi cuerpo.
Sostuve mis bolas con una mano, estaban tiesas, pasaba lentamente la presto encima de ellas. Sentí un cosquilleo que me calentó, me imaginé una lengua larga y babosa que estaba chupándome los testículos como si fueran dos bolitas de menta.
Mi pene se paró, estaba duro y firme como una torre que trataba de alcanzar el cielo. Se veía enorme, grande, gigante, nunca pensé que tuviese tanto. Tampoco se salvó de ser trasquilado, todo su contorno fue limpiado de esos pelos juguetones.
Ahora mi miembro era imponente, podía ver bien sus facciones, cada venita, cada centímetro de esa piel cremosa y sudorosa. Mi piel rosácea resaltaba, me gustaba como se veía, me dieron ganas de comérmelo, pero por incapacidades fisonómicas mi cuerpo me lo impidió.
Al día siguiente de haberme trasquilado, mi amante la gozó, recorrió cada una de mis partes privadas con su lengua juguetona. Por primera vez me dilataron con la lengua, me dejaron el culo mojado, húmedo y abierto. Mi pene saltaba de un lado a otro mientras me follaban y la carne mostraba su mejor lado.
El orgasmo lo conseguí con un poco de crema emulsionada, la cual recorrió mis genitales hasta llegar a mi ano sediento de algo más. Sentí ese espesor en mi vientre, era un frío pasional, que me hizo eyacular con tanta potencia, que el moco me llegó al pecho. Jugué un rato con mi semen y el de mi amante. Los mezclé con la crema, hice una pasta pegajosa y espesa, la cual la esparcí por todas mis partes.
El único inconveniente de todo esto, es que a los tres días me empezaron a salir los pendejos, y la picazón era inaguantable.
Corría por el patio del colegio para entrar al baño y rascarme. Me frotaba disimuladamente con el pupitre para calmar el ardor, me pasaba lentamente el lápiz para acomodar mi miembro que se rasmillaba con los nuevos brotes.
El martirio terminó a las tres semanas después, desde ese entonces que no lo hago. Me miro en las mañana y tengo ganas de saber cuanto está midiendo mi verga, creo que lo haré pronto, quiero tener una nueva perspectiva de mi pedazo de colgajo, y quiero volver a tener el placer de ver como un pedazote de carne se introduce por entre medio de mis lampiñas entrañas.

Xx Piero xX

Posted by il Piero :: 8/29/2006 10:26:00 p. m. :: 1 comments

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sábado, agosto 19, 2006 Despertando con José Luis Repennig

Todas las mañanas me despierto con la tele, es mi despertador oficial, nunca me falla, podrían existir hombres así, aunque si tuviera uno, preferiría que me despertara con una buena sesión de sexo oral.
Reconozco que me cuesta quitarme el sueño de encima, bueno, soy honesto, me cuesta quitarme cualquier cosa de encima.
Para lograr vencer esa flojera, empiezo a cambiar de canal en canal, buscando algo que me entretenga, que me llame la atención y que me haga despertar de una.
No sé que me pasa, pero todas las mañanas amanezco con mi miembro un poco más dilatado, extendido, ocupando más espacio de lo normal.
Cuando estoy acostado me da por jugar con mis vellos, acariciarlos, enrollarlos y después lamerme los dedos. También me encanta toquetear mis testículos y que se resbalen por mis manos. Otra cosa que me gusta es pasar la yema lentamente por mi entrepierna, por todo ese sector, no introducirme nada, a esa hora amanezco cerrado completamente, comprimido, en definitiva, a esas horas de la mañana soy impenetrable.
Me fascina contemplar mis muslos bien desarrollados, mojarme dos dedos, y deslizarlos sobre ellos.
Todas las mañanas me dan ganas de masturbarme, de pajearme hasta más no poder. Para eso busco a ese hombre que sabe satisfacer mis necesidades. Ese mismo que recita un montón de sucesos frente a mis actos desesperados de calentura. Ese mismo que no escucha mis alaridos cuando me estoy introduciendo lo primero que tenga en la mano, imaginándome que es él, el que me está poseyendo por mi parte trasera. ¡Sí!, todas las mañanas recurro a mi querido, amado y deseado lector de noticias.
Fielmente estas frente a mí vestido formalmente, bien peinado, con los ojos chiquitos por la falta de sueño. Quizá que perra barata te lo está lamiendo en las noches y tú te la follas a medias. Es injusto, si yo te tuviera a mi lado te consentiría en todo, serías mi hombre, mi esclavo, mi amante, mi follador, mi niño, mi todo.
Mis mañanas no serían lo mismo si tú no fueras parte de ellas.
Al escuchar tu risa picara y tus comentarios seudo-inteligentes, mi pene se erecta y comienza a ponerse jugoso. Me encanta probar mi líquido pre seminal. En las mañanas tiene un sabor que oscila entre lo agridulce, con pequeñas condimentaciones de orina.
No sé que me pasó, pero ayer fue distinto., te sentí más cerca que nunca, y no pude evitar tomar otras medidas para saciar mi apetito.
Estaba recostado, con las piernas abiertas, sin polera, con el ano húmedo, con el pene duro, grueso y a punto de rebalsarse. Tiré las sabanas hacia atrás, me levanté, caminé por la pieza con mis shorts levantados a mas no poder, tomé el mueble del televisor, lo acerqué a mi cama y por fin lo tuve en frente de ella.
¡Uff! que imagen aquella, nunca pensé que lo tendría en esa posición.
Mis manos traspasaron la pantalla, agarraron su chaqueta, juguetearon con sus cabellos engominados, mi lengua se introducía en su boca y limpié cada uno de sus dientes.
Le saqué la corbata, despedacé su camisa barata de esas que venden a dos por cinco lucas (no importa ese gesto kitsch, igual lo deseo), saqué su correa de cuero, la estiré frente a su mirada atónita, azoté el suelo con ella y luego la pasé por detrás de su varonil y grueso cuello. Quise asfixiarlo, pero entonces mataría al causante de este ardor interno matutino. Mis manos jugaron con tu pene, lo guié hacia mi trasero y me lo introduje de una (al fin y al cabo, con un poco de estimulación todo entra, no importa la hora)
Sentí que me cogía, mientras gemía las noticias que le faltaban por relatar.
Me movía harto, es como si estuviera cabalgando un caballo, tenía ganas de partirte el miembro en mil pedazos. Saltaba, me contorneaba, apretaba mis entrañas, le pegaba cachetazos con una mano, mientras que con la otra jalaba la correa que estaba puesta alrededor de su cuello.
A esas alturas mi short había desaparecido, estaba completamente desnudo para él. Me movía, me movía, me seguía moviendo, vamos, vamos, dale, dale. Tenía dos dedos adentros, estaba con las piernas en cada extremo de la tele, y sentía como los vellos de mis zonas bajas, se encontraban erizados por la estática que se producía por el roce de mis extremidades con la pantalla encendida.
Agitado, acalorado, desesperado por tenerlo dentro de mí, me azotaba sin consideración con el aparato. Escuchaba su voz, sentía la fricción, el calor recorría cada una de miz partes, mi pene estaba demasiado erecto, mi culo demasiado abierto, ¡por favor hazme acabar!, ¡por favor hazme tuyo!, le gritaba desaforadamente. Mis suplicas eran cumplidas y con cada grito el orgasmo se hacía venir. ¡Dale!, ¡otra vez!, ¡sí!, ¡más fuerte!, eran las líneas que recitaba.
Finalmente expulse toda mi calentura en un chorro espeso, denso, consistencia típica de la mañana. Por tu cara se resbalaba mi semen, te acaricie el rostro y limpié mis sobras con mi lengua.
Mis mañanas sin él no serían las mismas, mis días sin mi hombre no comenzarían de la misma forma. No te preocupes, cada vez que te vea, recuerda que acá estoy, sediento y esperando que me hagas tuyo otra vez.
Nos vemos mañana, por el mismo canal y a la misma hora.

Xx Piero xX

Posted by il Piero :: 8/19/2006 11:26:00 p. m. :: 1 comments

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martes, agosto 15, 2006 ¡No tires la toalla!

Sinceramente creo que hay que probar las cosas para poder hablar de ellas. Sin fundamentos y sin experiencias concretas, los puntos de vista y sensaciones no serían los mismos, es por eso que soy un ferviente seguidor de probar de todo en la vida, de todo, y así tener la reconfortante sensación que no me quedo ni con las ganas, ni con la curiosidad, y que no me limito hacer lo normalmente establecido.
El otro día me estaba masturbando en el baño, me había empelotado, mojé mi miembro con agua fría para que quedara más duro, mas rígido y mas tieso, me senté en la tasa del baño, con las piernas bien abiertas y mirando fijamente mi cuerpo.
Me fascina admirar mis facciones y cada detalle, desde la forma de mis hombros, el contorno de mi vientre que se marca con el boxer, la manera como empiezan mis vellos y el cuerpo bien formado de mi pene.
Me chupé dos dedos y comencé a introducirlos lentamente en mi querido orificio. Mi ano es hambriento, le gusta comer cualquier cosa, por eso es peligroso que lo tiente con un par de dedos mojados, puedo despertar a una bestia que se encuentra dormida y después no hay forma de complacerlo.
La masturbación iba tomando ritmo. Me imaginaba en cuatro, parado, de rodilla, con las patas bien abiertas, tirado de guata, de espalda, de cabeza, de lado, y no lograba encontrar algo que me inquietara y me dejara con ganas de acabar.
Quise indagar en mi historial. ¡Uff! hay tantas cosas que puedo recordar, que voy a estar días si me pongo a pensar en cada una de las veces que he tenido el agrado de tener un pene junto a mí.
Decidí recordar, una de mis tantas aventurillas sexuales que tuve hace un par de meses atrás, con mi bien dotado vecinito. Estábamos follando de las mil maravillas en su pieza, tenía todo su báculo carnoso dentro de mí. De repente me daban ganas de gritar y soltar un par de gemidos, el dramatismo nunca es malo, hace el acto más entretenido.
De tanto darme por el culo ya me estaba cansado. Menos mal que se dio cuenta de la monotonía, entonces me lo sacó, se dio vuelta, abrió esas nalgas bien tiesas y duras que se gasta y me pidió que se lo metiera, pero eso sí, me aclaró que quería sentir un dolor anexo al mismo momento en que lo penetraba.
Abrí mi boca, escupí mi pene, mojé mis dedos, lo lubriqué y se lo introduje rápidamente, hasta el fondo, sintiendo como mis vellos rozaban sus nalgas.
Mientras hacía mis contorciones, pesqué una regla que tenía en su velador y le empecé a dar reglazos bien fuertes en la espalda. El instrumento es de esos metálicos, así que su parte trasera comenzaba a colocarse colorada, con cada golpe seco que le daba. Mi pene hacía lo suyo en su interior, mientras que mis ganas de pegarle aumentaban.
Los golpes ya no eran suficientes, me pedía más y más dolor.
Me levanté, saqué mi pedazo de sus entrañas, me dirigí al baño, tomé mi toalla Pokemón, la mojé, la estrujé y me dirigí nuevamente hasta la habitación.
Esta vez me tiré sobre él, no lo lubriqué, se lo chanté de una, quería que llorara, me gustó eso de tener el control y manejar la situación a mi manera. Gritaba como si fuera un niño, al que se le cayó su helado al suelo.
Mientras me lo cogía, pesqué la toalla y comencé a pegarle fuertemente. Primero fue su ya colorada espalda, después fue el turno de sus cachetes de hierro y finalmente crucé la toalla por su cuello y lo jalaba hacia atrás, queriendo cortarle por un momento la respiración. Pude ver que su semen fluía por debajo de su estomago y manchaba sin consideración el cubrecama, mientras que yo le arrojaba todo mi moco en su adolorida espalda. Se lo esparcí como si fuera un gel antiquemaduras, luego lo besé, me levanté y me fui.
Para poder acabar en el momento que me masturbaba en el baño, tuve que recurrir nuevamente a ocupar una toalla (parece que se está convirtiendo en mi mejor aliada), la humedecí, la enrollé, hice un bollo y la introduje en mi culo. Como estaba tan caliente me fui en un, dos por tres.
Al final tuve que refregar la toalla, sacudirla y colgarla nuevamente al lado del lavamanos, como si nada hubiera pasado, como siempre lo hago.

Xx Piero xX

Posted by il Piero :: 8/15/2006 07:08:00 p. m. :: 2 comments

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Húmedo

Estaba en el patio, agachado, vomitando todo el copete que había bebido durante la tarde. Mi cabeza daba mil vueltas, apenas podía estabilizarme, era extraño, expulsaba todo el copete por la boca y sentía como mi pene se erectaba.
Miraba hacia la mesa donde estaban todos tomando, comiendo, y observaba con cierta envidia, como besabas a esa mina que siempre que se emborracha, le baja el cariño por ti. En cambio yo, sobrio o con trago, te he deseado desde el fondo de mis entrañas, pero nunca te he podido tener, nunca. A veces te contemplo en clases, lujurioso y sediento por tener tu pene en mi boca, pero trato de disimular esa calentura interna que revoluciona mi esfínter, y que lo hace dilatarse al máximo.
Decidí ponerme de pie, caminar hasta tú lado, tocar tu hombro, interrumpir tus besos, mirarte fijamente, tomar tu cara con mis dos manos, cerrar los ojos e introducirte toda mi lengua alcoholizada en tu pequeña boca.
Al principio vi tu cara de sorpresa, tus ojos abiertos y expectantes me reflejaban que estabas desconcertado, pero cuando posaste lentamente una mano en mi hombro y la otra en la espalda, me di cuenta que entrabas en calor.
Te besé con desenfreno, con locura y pasión. Mi lengua recorría cada rincón de tu boca, jugaba con tu lengua, limpiaba tus dientes, trataba de alcanzar el comienzo de tu garganta. Estaba sediento, necesitaba tu saliva, me la tragaba para calmar mi ansiedad pero me era insuficiente, quería algo más.
Mis manos recorrían simultáneamente tu cara, tu espalda, tus pectorales y tu vientre.
Introduje mi dedo meñique en tu ombligo, lo sacaba lo lamía y lo metía despacio, juguetón, queriendo llegar más lejos, pero no podía.
Tu mano izquierda se posó tímidamente en mi trasero, mientras que la otra presionaba fuertemente mi espalda.
El beso se hacía eterno, me excitaba envolver tu lengua con la mía.
Nos abrazamos. Cuando nuestros cuerpos se pegaron, pueden sentir como tu entrepierna se levantaba sin consideración alguna. Pude sentir tu carne dura, rígida, tiesa, como si quisiera escaparse por entre medio de ese calzoncillo ajustado que llevabas.
Sin pensarlo dos veces, bajé mi mano por tu cuerpo, toqué tu ombligo, jugué con tus escasos vellos y comencé a masturbarte lentamente.
Tu pene estaba indomable, a punto de querer ser engullido y quería tragármelo de una. Ese siempre ha sido mi deseo, y lo conseguiría como fuese.
Jugaba con tu forro lentamente, no despegaba mis labios de los tuyos, me gustaba escuchar como te quejabas, tus sollozos me transformaban en una fiera a punto de comerse a su presa.
Me agaché, te bajé el cierre, saqué mi dulce y lo empecé a lamer. Sentí como tus manos se agarraban de mi pelo y me hacían introducirme ese trocito de placer hasta mis amígdalas. Chupé tu cabeza rosada, te lamí las bolas y las succioné. A cada una le rendí pleitesía, a cada una la traté con dedicación, a cada una las toqué y olí para excitarme aun más.
Me levanté, te agarré de la mano y nos recostamos en el pasto. Introdujiste dudosamente tus dedos en mi boxer, me masturbabas con cierto reparo mientras seguía tragándome toda tu lengua.
No aguanté más, estaba muy caliente, muy mareado, muy ansioso. Te bajé los pantalones, y te la empecé a chupar como si fuera un helado de crema a punto de derretirse. Te quejabas, te movías rápidamente, te daba cosquillas, te daba placer. Mientras me comía todo tu pene, mis dedos jugaban con tus testículos estáticos. Me gustaba ver la cara de complacido que ponías cuando me engullía ese pedazote tieso que se elevaba de tu pubis. Tuve ganas de montarme arriba tuyo, pero no quise, por esta vez iba a dejar a mi pobre trasero descansar. Saqué mi pene y lo froté con tus piernas semilampiñas. De lo único que recuerdo, es que lo chupaba, lo chupaba, lo chupaba, me daban arcadas, lo seguía chupando, corría tu forro, lo succionaba, lo soplaba, lo apretaba con mis labios, jugaba con el, lo seguía chupando. Apliqué en tu miembro las mil y un formas que sé para hacer sexo oral. Giraba alrededor de tu glande, le introducía sutilmente la puntita de mi lengua a tu orificio, te presionaba los contornos y te cortaba la circulación para aumentar tu orgasmo.
Me descontrolaba escuchar tus quejidos y sentir tus dedos jalando de mi enrulado pelo.
Lo seguí probando, sentí tus contorneos desesperados, sabía que culminarías, quería escucharte acabar, quería verte finalizar, quería hacerte expulsar un chorro abundante y espeso. Me masturbé apresuradamente para alcanzar tu ritmo.
Acabé en el instante en que me tiraste tu líquido tibio en mi lengua. Lo saboreé como si fuera un trago agridulce, que me saciaba esa sed descontrolada.
Después de un par de minutos te lo sacudiste, lo guardaste, y te fuiste.
Quedé en el patio vomitando, cerré los ojos, los abrí y vi el techo de mi pieza. ¡Chuta!, estoy todo pegajoso, las sabanas están tiesas, tendré que levantarme a ir a buscar confort antes de que se seque el semen en mi pijama.

Xx Piero xX

Posted by il Piero :: 8/15/2006 07:05:00 p. m. :: 1 comments

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jueves, agosto 10, 2006 Haciendo zapping

No es que no haya hecho nada durante todo este tiempo, sólo estaba tratando de alejarme un poco de esas pasiones carnales que tanto me descontrolan y me hacen perder la cabeza. Durante el mes de Junio quise someterme a un plan de rehabilitación que consistía en mantenerme en abstinencia durante 90 días. Plan incitado por esas típicas amigas mamonas, reprimidas sexuales, y que ven como algo pecaminoso y diabólico tener sexo a la hora que se de la gana. Su querido Piero no aguantó más del mes. Apenas logré los 31 días, la bestia que llevo en mi interior salio desesperada a buscar una nueva presa.
Hice los preparativos correspondientes. Inventé una identidad, esta vez quise ser un joven inocente de 19 años, estudiante de pedagogía en básica (que tierno no?), que no ha tenido ninguna experiencia sexual hasta el momento y que buscaba a un hombre mayor de 25 años.
Ingresé al chat gay. Como todos andan verdes por pegarse una cacha, es cuestión de levantar una piedra y te salen veinte mil maricones con la corneta a punto de reventar al frente de la pantalla. Me topé con un mino de 29 años, abogado, que trabaja en una constructora, con departamento en Huechuraba y con casa en La Florida.
Me describí, le intereso mis características, sobretodo con ese pequeño detalle de ser una casta y pura ovejita que nunca antes ha visto un pene extraño.
El weón cayó redondito con mi alter ego, me dijo que nos juntáramos a las 8 de la noche en una estación X del metro. Me bañé, me vestí, agarré un par de condones que llevaba en la mochila (siempre tengo que andar preparado, uno nunca sabe donde salta la liebre) y me fui.
Me bajé del metro, caminé escaleras abajo y me fui a parar en la esquina acordada. Me quise hacer el interesante, así que cuando pasé por su lado hice como si no existiera. Salió detrás de mí, me grito dos veces mi nombre y me di vuelta. Lo ví, y de cara no me agradó, pero bueno, es lo que hay, cuando ando con ganas hago excepciones, además me interesaba comerme ese pedazo de presa que cuelga entre sus piernas. Me sequé la baba, la boca cada vez se me hacía agua por introducir en ella un pene juguetón y duro como el que me había ofrecido.
Me subí a su camioneta último modelo, nos dirigimos hasta su casa. Mientras hablábamos le conté que nunca antes me había juntado con un mino, y que en mi vida he probado un miembro.
Sus ojos brillaban al tener a su lado a un muchacho tan tierno como yo, “carne fresca” me denominó. Yo atinaba a soltar unas leves risas picaronas mientras lo miraba con calentura, deseo, y tratando de decirle con mis ojos “bájate luego los pantalones, mira que lo único que me importa es tu cabeza de abajo, no la que tenía afirmada por el cuello”.
Llegamos a su casa, insistía en decirme que me parecía a un ex que tuvo. Me mostró su casa, me sirvió un trago, conversamos en el living y me dijo que me quería besar.
Sentí sus labios húmedos sobre mi cuello, sobre mis mejillas y se fusionaron con los míos. No aguanté más, le tome la mano y lo guié hasta su pieza. Nos tiramos en su cama, quedamos en boxer, mi pene estaba duro, rígido, vibraba y botaba ese líquido pegajoso que tanto me gusta probar. Le bajé sus boxer, y empecé a lamerle ese cuerpecito cremoso, hasta llegar a esa cabeza colorada, grande, que me llamaba a tragármelo. Me tiró de espaldas y me lo empezó a chupar. Me lamió las bolas, la entrepierna, jugó con mi pene rosadito y circuncidado. Se humedeció un par de dedos u me los introdujo. Aluciné, tenía unas ganas incontrolables de que jugaran con mi trasero. Sacó uno de sus condones (ni ahí con gastar uno mío, entre más me queden mejor, es mi regla) Me dio vuelta, era un niño en sus brazos, uno joven nunca antes penetrado. Me tiró de guata a la cama, me abrió las piernas y me lo chantó todo de una.
Aluciné, volé por los aires, solté un grito tremendo, sentía como él jadeaba en mis oídos, mientras mis entrañas se rasgaban por soportar ese medio pedazo de carne en mi interior. Tomo mis piernas, las abrió con fuerza y entró con una agresividad que me sometió a sus deseos de una.
Se recostó de espaldas, me acosté encima de el mirando el techo. Mis piernas estaban sobre las suyas, mis pies se apoyaban en los de él, y su pene causaba estragos en mi trasero jugoso y hambriento.
Me reflejaba en la tele, le dije que la encendiera para no verme en ella. Me dijo que quería acabar, le respondí que lo hiciera, y sentí todo el condón húmedo en mi interior.
Yo aún continuaba caliente. Le dije que me ayudara a finalizar. Me giró, puse mi cabeza sobre una almohada, le exigí que estaba vez me estimulara con algo desproporcionado, con algo más grande y duro. Sentí como introdujo tres dedos húmedos, se contorneaban, jugaban con mi próstata, querían llegar más a fondo.
De repente sus dedos abortaron la misión, pero sentí algo frío, algo tieso, algo muy duro que se entrometía con mucho cuidado por mi culo. Abrí las piernas, quería eso que estaba ingresando, le pedí que lo hiciera ya de una. Me metió todo ese objeto hasta el fondo, grité, lloré, me reí, me estremecí, me transporté.
Sentí como entraba y salía, sin cuidado, sin decoros, sin pudores. Quería acabar, sentí como el semen iba a saltar disparado por mi orificio que se abría poco a poco. El chorro venía, lo presentí, un fuego interno subió de mi estómago hasta mi boca. Finalmente el moco salió volando justo en el momento en que me di cuenta, que la televisión se cambiaba rápidamente sin explicación alguna. ¿Quién está cambiando la tele? ¿Dónde está el control que no lo veo?

Xx Piero xX

Posted by il Piero :: 8/10/2006 03:15:00 p. m. :: 2 comments

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